Me gusta dictar Derecho a no abogados, por varias razones. Primero, porque es un reto explicar las complejidades y conceptos de nuestra disciplina a personas sin conocimientos previos en la materia. Dictar clases en este contexto promueve mi creatividad. Debo ser muy explícito e innovador, para tratar de transmitir eficazmente los conceptos jurídicos a no abogados.
La segunda razón es porque me permite dialogar sobre el Derecho, el Sistema Jurídico y el desempeño del Estado y conocer lo que personas “no especialistas” conocen o creen sobre el tema. En mi experiencia docente, recurrentemente me encuentro con dos tipos de personas: aquellas que no saben nada sobre el Sistema Jurídico y además, pareciera que –consciente o inconscientemente– no quieren saber; y, aquellas que tienen una visión muy negativa sobre el mismo. Este segundo grupo asocia el Sistema Jurídico con la memorización de artículos de leyes, la verborrea altisonante, los latinazgos que los abogados suelen decir para mostrase como “eruditos”, los conflictos dolorosos, los procesos judiciales, los jueces y la corrupción. Este grupo también asocia al Sistema Jurídico con permisos y trámites que consumen tiempo y dinero y con burocracia en el Estado.
Enseñar Derecho a no abogados en ese contexto es como jugar un partido de visitante, es decir, con toda la tribuna en contra. Es estar entre personas que no tienen el más mínimo interés en el tema o que la miran a uno, como un mal necesario o como la personificación de múltiples males que afectan a sus actividades y sus negocios.
A través de los años he desarrollado una estrategia, que puede parecer excesivamente simplificada, pero que –creo yo– ha funcionado bien. Lo primero que hago es eliminar la parte filosófica de la discusión sobre el Sistema Jurídico. Es decir, las referencias a la justicia o valores (como el bien común, el bienestar, la paz social, el orden o la seguridad). También obviamos las referencias a las políticas públicas que se buscan alcanzar a través del Sistema Jurídico. Con esto eliminamos –inicialmente– preguntas sobre el por qué y el para qué del Sistema Jurídico.
Iniciamos más modestamente, explicando qué es el Sistema Jurídico. En esta parte presentamos una visión estrictamente normativa. Para esto partimos de la explicación de la norma jurídica, de su estructura formal.
A partir de ello presentamos al Sistema Jurídico como una maquinaria compleja. Para ello utilizamos la metáfora del organismo. Decimos que el Sistema Jurídico es como un organismo (como el ser humano, por ejemplo), porque es un sistema complejo que está vivo y en constante cambio. Sin embargo, cualquier organismo se erige, se elabora, a partir de una unidad, que es la célula. En nuestro caso, la célula es la norma jurídica (en otra publicación explicaremos como se construye este organismo “Sistema Jurídico”, a partir de la célula llamada “norma jurídica”).
Con esta explicación queda claro que el Sistema Jurídico es normativo, regulador. Su pretensión es regular, influir, afectar, modificar la conducta humana. La función del Sistema Jurídico es imponer algo que “debe ser”, que “debe” ocurrir. A estas alturas, las caras de los estudiantes han cambiado un poco. Ya no se muestra tanto desinterés o escepticismo. De hecho, hasta algunas caras revelan interés.
.... (continuará)
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